por: Theira Añez
En una preciosa y colorida fiesta de cumpleaños, todo
el jardín se encontraba decorado con gran cantidad de
variados globos.
Uno de los globos se separó del grupo y comenzó
a volar y a volar, hasta verse muy pequeño desde abajo
A medida que se elevaba en el cielo, se maravillaba
cada vez más con la belleza de los paisajes.
Cuando vio el mar a lo lejos, no pudo creer lo
inmenso que este es. Trato de ver el final del
océano, pero fue imposible, el azul del mar se
extendía hasta perderse de vista.
Una repentina brisa lo llevó hacia la playa y
pudo apreciar la espuma blanca que se forma cuando
las olas chocan en la orilla.
Luego, volvió a volar sobre la fiesta que aún
se celebraba en el hermoso jardín, y vio como
los niñitos saltaban emocionados al verlo pasar.
Siguió su recorrido y pudo ver grandes montañas
llenas de nieve en sus partes más altas, e
imponentes cascadas de agua cristalina
que caían con fuerza hacia pequeños ríos
que llegaban hasta el mar.
No había dejado de ver las cascadas cuando se
encontró con una gran extensión repleta de flores
silvestres de muchos colores.
Cuando el globito aventurero regresó a la
fiesta, encontró a todos sus compañeritos
felizmente dormidos.
Entonces logró amarrarse a una de las ramas
de un árbol para poder dormirse sin salir
flotando de nuevo por el aire.
La próxima vez invitaría a los demás globos
para que también vieran lo bello que es el
mundo.
Y se durmió plácidamente con el feliz
recuerdo de su viaje.