Historia del Día de los Muertos (Mexico)

  Resulta paradójico que aun cuando haya sido la gran Tenochtitlan cuna de tradiciones y lugar de encuentros y sincretismos, hoy, a más de 500 años del primer contacto no exista en nuestra ciudad una ofrenda auténtica y típica de ella. Hoy por hoy la gran mayoría de los altares montados en honor a nuestros muertos son resultado de una serie de fusiones donde la creatividad y la imaginación han ganado terreno a la tradición. Hecho que afortunadamente no es compartido por el resto de los estado del país, en donde cada ofrenda conserva características propias de la región y un significado especial.

Producto de la fusión de dos pueblos sumamente religiosos, pero con distintas concepciones en torno a la muerte, el mexicano de hoy cada 1º y 2º de noviembre lucha por mantener en las ofrendas la esencia de lo heredado por sus antepasados.

Para el pueblo mexica, el culto a la muerte tenía una connotación religiosa en torno a la cual giraba toda una filosofía en la que la muerte y la vida constituían una unidad. Creían en un inframundo, en un paraíso y en la prolongación de la vida después de la muerte, lo que se manifiesta a través de sus entierros con máscaras, en sus esculturas mortuorias, en sus calaveras de hueso, de obsidiana o cristal de roca, así como en la arquitectura, la cerámica y en sus cantos poéticos

El pueblo mexica tenía dos fiestas en relación a los muertos: la llamada pequeña y la grande. La primera llamada micahuitontli, estaba dedicada a los niños e iniciaba el 8 de agosto. La ceremonia consistía en cortar un madero llamado xocotí que se colocaba en la entrada de la población y al cual se agregaban ofrendas en medio de ceremonias y cantos que duraban 20 días, el Día de Todos los Santos estaba incluido en este periodo.

El inicio de la celebración de los muertos adultos empezaba el 28 de agosto. La ceremonia principal consistía en recoger el madero que se habla cortado un mes antes y colocarlo en el patio del templo, mismo que era adornado con pájaros de masa en la parte superior. Antes de derribar el madero se ponía una ofrenda de comida y pulque. De esta manera el pueblo mexicano logró imponer sus antiguas costumbres y creencias a los misioneros católicos que vinieron a evangelizarlos dedicadas a la muerte que reciben  el nombre del mes en que se efectuaban y en cada una se presenta al muerto el ofrecimiento de comida, lo que le da a la celebración la característica que determina que sea una ofrenda”.

En el siglo XVI, los españoles introducen la costumbre de visitar los cementerios en el mes de noviembre y los entierros con gran pompa, así como el alumbrar las tumbas para guiar a las almas en la oscuridad y el uso de un recipiente con agua.

Actualmente estas costumbres son muy disímbolas, por un lado se llenan de misticismo, magia y fervor, por otro lado resulta una verdadera fiesta donde el dolor y el llanto se confunden con la alegría y la diversión en donde se llega hasta el baile de comparsas alusivas a la muerte.

Cada una de las distintas regiones del país expresa en distinta y variada forma su sentir con respecto a la muerte, donde lo que tiene a su alcance va a determinar las características  La ofrenda puede significar el ofrecimiento de un sacrificio en común entre los antiguos mexicanos, ahora es un homenaje, un presente, el recordar a los que han partido el viaje sin retorno. La ofrenda es una forma de darles lo mejor a quienes se nos han adelantado lo que les gustaba, lo que no tuvieron, lo que la economía permite. Aún con todo este mundo de sincretísmos manifiestos en nuestras costumbres, es evidente que en las ofrendas hay varios elementos que no pueden faltar.