Las Siete Maravillas del Mundo |
El
Templo de Artemisa en Efeso
Nuestro
viaje nos lleva ahora a tierras helenas, donde buscaremos la mayor parte
de las maravillas que nos faltan por ver. La Grecia clásica es el auténtico
faro de la civilización de su tiempo, y no es de extrañar que sea allí
donde los artistas florecen y realizan sus más excelsas obras. Nos
detenemos en la ciudad de Éfeso, a orillas del mar Jónico y junto a la
desembocadura del pequeño Meandro. Seguimos a mediados del siglo VI a. de
C. Esta ciudad ha sido desde siempre un centro de culto a la diosa
Artemisa, llamada después Diana por los romanos. Se trata de la soberana
de la naturaleza selvática y de los animales salvajes, y suele representársela
acompañada por una cierva y armada de arco y flechas. Desde muy antiguo,
existe un templo dedicado a la diosa. Pero en el siglo VII a. de C., la
ciudad sufrió el ataque de los cimerios y aunque se resistió, no se pudo
evitar que el templo se incendiara y fuera destruído. Pero ahora casi toda la Jonia ha pasado a manos del rey de Lidia, Creso. Sí, el mismo que ha inventado esos nuevos y extraños discos de metal llamados "creseidas" que se suponen que van a hacer de dinero. Nadie sabe dónde pararán estos inventos modernos... pero Creso es un protector de sabios y artistas, ¡el mismo Esopo ha pasado por su corte!, y se propone levantar un nuevo templo a Artemisa, mejor que el anterior. Para
ello se lleva a cabo una suscripción pública; todos los ciudadanos donan
algo de dinero para el templo nuevo. Finalmente
el templo se levanta. Cuenta con 127 impresionantes columnas de 20 metros
de altura, algo descomunal para su época, y cuenta con esculturas de
Escopas. Este templo ilumina la ciudad de Éfeso durante dos siglos. Sin embargo, llega la tragedia: en el año 356 a. de C., el pastor Eróstrato destruye el templo incendiándolo, por puro afán de fama. Sin duda este pionero del gamberrismo consiguió lo que buscaba, como lo prueba el que recordemos su nombre. Pero tal vez consiguió algo más que eso: demostrar a todos los hombres que por cada Escopas hay un Eróstrato, y que las maravillas construidas por el hombre deben ser protegidas del propio hombre. ¡Demonios, espero que recibiera su merecido! Esta historia tiene un epílogo: cuando alrededor de veinte años después, Alejandro Magno ocupó la ciudad de Éfeso y residió en ella por un tiempo, escuchó la historia del templo de Artemisa y descubrió que había sido destruído la misma noche en que había nacido él. Al parecer fué esta coincidencia la que le impulsó a reconstruir el templo, durante el tiempo que permaneció en Éfeso instaurando un gobierno democrático. Una vez terminado, el nuevo templo (que hace el número tres en nuestra cuenta) contó con un retrato del propio Alejandro pintado por Apeles, el más famoso pintor griego. Aunque el templo de Artemisa no recuperó jamás su pasado esplendor, al menos su antigua fama le valió una pronta reconstrucción.
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